La Casa Giratoria
Espacio filosófico para las alumnas y los alumnos del Jordi
La Casa Giratoria
sábado, 9 de septiembre de 2017
martes, 10 de enero de 2017
EDGAR ALLAN POE
Una propuesta interpretativa de algunos personajes femeninos en los cuentos de Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe y Las Mujeres by Gloria Monk on Scribd
sábado, 9 de enero de 2016
domingo, 27 de diciembre de 2015
domingo, 27 de septiembre de 2015
Sócrates “Sólo sé que no sé nada”
Sócrates es una de las figuras más
importantes de la cultura occidental y uno de los pensadores más influyentes y
originales para toda la tradición posterior de filósofos e intelectuales.
Nació y murió en Atenas, la metrópoli de
Grecia; ciudad famosa durante la época de Sócrates –siglo V a.C.- por ser la
cuna de la primera democracia y por su pujanza económica, política y cultural.
En Atenas, y con posterioridad a Sócrates, vivirán y desarrollarán su
pensamiento los más grandes filósofos de la Antigüedad : PLATÓN y
ARISTÓTELES.
Sócrates nació en el 470 y murió en el 399 a .C. Poseemos testimonio
de su vida y su personalidad incomparable a partir de sus biógrafos, Platón y
Jenofonte, y de la mención que otros intelectuales y escritores hicieron de él;
en especial, el comediógrafo Aristófanes (Las
Ranas) y el filósofo Aristóteles. La figura de Sócrates es sobre todo
conocida a través de los diálogos de Platón, en los que Sócrates es siempre uno
de los interlocutores presentes y el que en mayor medida representa los puntos
de vista platónicos.
Sócrates no escribió nada, se limitó a
dialogar con todo aquel que deseara hacerlo. A sus interlocutores Sócrates los
buscaba en los mercados, las plazas o las calles. Prefería a los jóvenes
atenienses bien educados y orgullosos de su cultura.
En los diálogos Sócrates siempre repite
el mismo rol: interroga incesantemente a sus interlocutores. La finalidad de
sus habilidosas preguntas es conducirlos al reconocimiento de su propia ignorancia.
Con sus preguntas Sócrates infundía tal confusión en sus mentes que acababan
cuestionándose todo lo que hasta ese momento habían creído saber.
Sócrates elige como tema de discusión un
saber práctico o una virtud que le resulte cercana o familiar a su interlocutor.
¿Qué es la valentía o qué es la piedad? Estas preguntas que lanza Sócrates
exigen una definición, pero el que conversa con Sócrates es incapaz en su
debate oral con el maestro llegar a la definición buscada. Se percata entonces
de que no sabe lo que creía saber, es más, si es un militar y no sabe definir
qué es la valentía, Sócrates con la experiencia del diálogo le hace saber que
no sabe por qué vive como vive. Toda su vida aparece de repente sin fundamento.
Tras su encuentro con Sócrates los hombres ya no son los mismos. Son
conscientes de que no saben. Han aprendido al menos eso.
Sócrates desorienta el alma de aquellos
con quienes habla. Sólo entonces es posible emprender desde cero la búsqueda de
la verdad.
Sócrates se niega a ser considerado un
maestro. Él no enseña ningún contenido, no tiene nada que comunicar. Él sólo
sabe que no sabe nada, lo proclama constantemente. Él sólo pregunta, negándose
a su vez a responder a las preguntas.
Sócrates emplea la estrategia de la IRONÍA. Es un recurso por el
cual decimos algo cuando en verdad pensamos algo diferente. En concreto,
Sócrates utiliza la ironía cuando finge una autodesvalorización intelectual
frente al adversario. Sócrates halaga constantemente al otro y espera aprender
de él. Pero a medida que avanza el diálogo, el oponente de Sócrates se va
revelando como alguien incoherente y contradictorio y, aunque Sócrates enfatiza
sus propias carencias intelectuales, es más bien su interlocutor el que va
asumiendo el papel de ignorante.
La madre de Sócrates era comadrona,
asistía en los partos y ayudaba a traer al mundo nuevas criaturas. Sócrates
afirma ejercer el mismo oficio que su madre. Él es partero de espíritus, asiste
a los demás en el nacimiento de ideas, ayuda a que cada uno se encuentre a sí
mismo, sepa qué sabe y qué no, se autocuestione y toma conciencia de su propia
vida. Sócrates ayuda a los demás en su perfeccionamiento moral y existencial.
El diálogo socrático es toda una
experiencia reflexiva, un duelo de preguntas y respuestas, en el que hay que
respetar las exigencias de la razón (logos) y no incurrir en contradicción. A
ese arte se le denomina DIALÉCTICA.
A Sócrates lo consideramos un filó-sofo,
no un sabio. En griego, sabio es “sophós”, el que posee la sabiduría. Filósofo
es aquel que no posee sabiduría, pero la desea, va en su busca mediante la
reflexión compartida.
Su vida resultó más revolucionaria de lo
que podemos pensar. Su interrogar constante y su revisión del saber tradicional
suscitó las sospechas de hombres influyentes y poderosos en Atenas que veían en
Sócrates a un agitador social. Fue acusado en el 399 por impiedad, no creer en
los dioses tradicionales y, sobre todo, se denunció que corrompía a los jóvenes
enseñándoles nuevas doctrinas.
Sócrates se defendió en un juicio popular
y tras su discurso de autodefensa (Apología) fue considerado culpable de los
cargos presentados y condenado a beber la cicuta. No aprovechó la ocasión de
escapar. Hasta el último momento fue un hombre justo que acató las leyes de su
ciudad, Atenas.
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